lunes, 17 de junio de 2013

Cuando la realidad está equivocada

Hace muy poco participé en calidad de tutor en la defensa de de un Trabajo de Diploma de dos estudiantes de Comunicación Social. Las muchachas hicieron, en su ejercicio académico, el diagnóstico de comunicación de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Esta no es la primera vez tutoreo un trabajo de este tipo, sin embargo lo que me pasó allí, y que motivó de este post, sí.

Decía uno de los encargados de juzgar el trabajo de las muchachas: “la tesis teóricamente está bien, metodológicamente también, pero ese resultado no es correcto, algo está mal”. Las muchachas explicaron detalladamente los pasos mediante los cuales habían llegado al resultado cuestionado, los presentes estuvieron de acuerdo en que el proceso había sido impecable, pero aun así insistieron en que el resultado tenía que ser otro. Esto me motivó algunas reflexiones que ahora comparto aquí.
1- Los seres humanos tenemos una representación de la realidad, si esta última se comporta de una forma diferente está equivocada. 
Las representaciones mentales son modelos psíquicos de la realidad que nos ayudan a interpretar y responder adecuadamente ante las diferentes situaciones. En la conformación de las representaciones mentales la experiencia juega un papel importante, reforzándolas o debilitándolas.
Cuando alguien se enfrenta a determinado problema responde con una, entre el repertorio de posibles soluciones con que cuenta. Siempre que se presenten problemas similares, y ante estos funcione determinada respuesta, más certeza se tendrá que esta es la correcta. Idealmente cuando un problema no se soluciona a la primera se debe buscar otras formas de resolverlo; pero ya saben lo que dice la sabiduría popular al respecto: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Lo peor ocurre cuando alguien intenta presentarnos las cosas de otra forma, es atacado; no importa que la realidad se imponga por la vía de la razón, siempre que no se adapte a la concepción del mundo aceptada, la realidad está equivocada.
Si bien las representaciones mentales ayudan en la adaptación al entorno cuando algún elemento de la realidad cambia aferrarse al modelo preestablecido (más bien encapricharse) puede condicionar que “concentrándose en el árbol, se pierda de vista el bosque”.
2- Somos más abiertos al cambio y a lo nuevo en nuestro discurso que en nuestras acciones.
Hay situaciones en que la realidad golpea de tal forma, repetidas veces; que no queda más remedio que cambiar la forma en que es percibida, y actuar diferente ante los problemas. Reconocer que algo debe ser cambiado (que las personas deben adaptarse a la realidad y no pretender que esta se adapte a ellos) es una demostración de valentía, pero no es suficiente.
Estos son tiempos en que la apelación al cambio está de moda, sin embargo no siempre es coherente el discurso con el accionar, y en parte esto es producto (en el mejor de los casos) de las representaciones mentales que se tienen de la realidad. Las personas además tienden a la inercia mental; mientras más años se tiene y más arraigada está determinada representación mental de algo, más difícil es reajustar la forma en que se concibe el mundo y se responde a las diferentes situaciones.
3- El cambio de mentalidad es realmente difícil. 
Recientemente vi una intervención de Manuel Calviño grabada en un Taller de Preparación de Jefes y Reservas, sobre el cambio de mentalidad. En algún momento el psicólogo decía “cambiar la mentalidad es una paradoja (…) porque estamos diciendo: con la mentalidad que tenemos, cambiemos la mentalidad”. Otra de las ideas interesantes que expresaba era “si queremos cambiar la mentalidad, lo primero que tenemos que hacer es (…) cambiar coherentemente las condiciones con eso que queremos lograr”.
Pudiera parecer que los ambientes académicos están poblados de personas abiertas a lo nuevo, sin embargo la experiencia me ha demostrado que ocurre todo lo contrario. Tal vez por el principio de funcionamiento de la ciencia, basado en paradigmas, es que es tan difícil cambiar o aceptar el cambio para las personas que trabajan con el conocimiento. No importa que estos científicos tengan a su disposición todas las herramientas teóricas y metodológicas posibles, que estas sean precisas, que el procedimiento de uso sea impecable; si los resultados no son esos que “se quieren” entonces “algo está mal”.

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