En la mañana de hoy estuve leyendo en La Chiringa de Cuba un texto de Sayli Sosa que me dejó un tanto sorprendido. El post en cuestión comienza hablando del paquete semanal y termina haciendo un análisis de un video de Chakal y Yakarta. La verdad es que estoy de acuerdo con los argumentos sobre la bajísima, o ninguna, calidad del video de los reguetoneros, pero otras ideas recogidas en el comentario de Sayli, en cambio, las considero totalmente incorrectas. Sobre estas últimas trata mi post.
Comenzaré por el comienzo. Nos alerta Sayli que “Si un peligro alberga el llamado “paquete” es que no responde a política cultural alguna”. Me pregunté enseguida: ¿de cuál política cultural está escribiendo ella? La respuesta está más adelante en el mismo texto, esa que solo conoce el “Ministerio de Cultura – quienes dejaron - bien claro en las recientes mesas redondas que la política cultural cubana está exquisitamente definida”. Pudiera parecer un poco irónico mi tono, pero estoy realmente cansado de escuchar, o leer que en nuestro país tenemos definida una Política Cultural.
Cuando pienso en estos temas me gusta distinguir entre Políticas, y Lo Político. Les explico la diferencia. Estamos en presencia de una Política - y este es mi criterio- cuando en un documento se han recogido determinados objetivos y principios, las acciones para asegurar su cumplimiento, su alcance, sus responsables, incluso un presupuesto para trabajar en base a determinados resultados. En cambio, estamos en presencia de Lo Político cuando todo se queda al nivel de acciones inconexas, de discurso, de intenciones. Y creo que hay sobrados ejemplos de (todo tipo de) intenciones en la dirección de la Cultura, pero poca gestión estratégica del sector.
Regresemos al paquete. Según Sayli, este medio informal de difusión es el responsable de que hoy los cubanos – no todos, pero sí una gran parte de ellos – consuman productos audiovisuales enajenantes. Sí, porque el hecho de que reúna materiales de buena factura, con otros de dudosa calidad “complejiza la aspiración de lograr una sociedad crítica, que sepa diferenciar el talento de la mediocridad”. Es decir, si las personas tienen acceso a audiovisuales de la industria cultural, entonces nunca serán críticos con dichos productos. Lo mejor para esos públicos será, me imagino que así piense Sayli, negarles el acceso. Puro y duro paternalismo cultural en el siglo XXI.
Esta idea me parece totalmente descabellada, pues interpreta la relación paquete-consumo audiovisual de manera inversa. El surgimiento del paquete, con todas sus cosas buenas y malas, respondió a una demanda que ya existía antes que él. En otras palabras, los fabricantes del paquete incluyen, en su oferta, “los videos promocionales de cuanto individuo crea que es artista y pague para serlo” porque una parte considerable de nuestra sociedad demanda esos clips, porque dejó hace tiempo de ser crítica y, aunque nos duela reconocerlo, es incapaz de “diferenciar el talento de la mediocridad”. Por eso a aquellos que se alistan a luchar contra el paquete solo puedo desearles suerte.
La periodista aplica la misma lógica incorrecta a la inserción de estos reguetoneros en la televisión cubana. Supone ella que el Chakal y Yakarta “gozan de la preferencia de un segmento de los jóvenes del país porque, en algún momento, entraron al main stream y se les dio la oportunidad de ser”. Estos exponentes de la chabacanería tenían un buen camino andado, y un público que los seguía, cuando asaltaron los programas juveniles – casi todos copia de matancero Quédate conmigo -, y los Lucas. En relación con estos antiartistas la pequeña pantalla falló en su supuesta función de educar el gusto de las masas, y cedió ante el “mal” gusto de estas.
Si en Cuba existiera una verdadera Política Cultural, retomando el tema, entonces supongo que las instituciones recreativas (muchas pertenecientes a ArtEX), las disqueras, y la televisión deberían responder ante aquella, y no promover tanta chabacanería. Hasta Sayli sabe que estos reguetoneros “pertenecen al catálogo de alguna agencia de representación artística o empresa de grabaciones que, obviamente, no quiere darse por enterada de la verdadera masacre”. Es decir, los que deberían defender y promover la mejor cultura, son los que potencian que personajes como Chakal y Yakarta gocen de determinada fama.
Es cierto que con la existencia de temas musicales “correctos” y otros “underground” se legitima una doble cara de los antiartistas mencionados, pero es incorrecto achacarle esto al paquete. Los responsables son los directivos de los centros recreativos, como “Club El Dorado”, que prestan sus instalaciones para espectáculos de tan limitada calidad artística, y las agencia de representación artística que permiten todo eso. Porque seamos francos, el peor rostro de esos show muchas veces no se muestra ni siquiera en el paquete.
Para muchos funcionarios de Cultura, y sus centros subordinados, no existe Política Cultural que valga; solo responden, en el mejor de los casos, ante una política dineraria expresada en un Plan de Ingresos que deben cumplir a cualquier costo. Chakal y Yakarta, con todo el público que arrastran tras de sí, son los mejores aliados que pueden tener esos “pobres” directivos que responden por la recaudación de un Centro determinado. Para colmo, ahora que la ley de la oferta y la demanda se ha puesto de moda, y quienes no logren ser rentables se irán, se complejiza aun más la lucha contra la vulgaridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario