Hace más de un mes que quiero escribir un post sobre la llegada del cine 3D a nuestro país, y específicamente a mi ciudad. En un momento inicial reuní información sobre las salas existentes, los costes para montar las salas, la rentabilidad del negocio, entre otras cosas. Aunque tenía suficiente material, simplemente me acomodé y no escribí nada. Por otra parte, un grupo de estudiantes de periodismo de la Habana repararon también en el tema y publicaron en Juventud Rebelde un extenso trabajo periodístico en el que, a mi entender, podía haberse tratado mejor el tema. De mis inconformidades con dicho artículo, titulado ¿La vida en 3D? trata este post.
La primera cuestión que no me gusta viene en letras grandes; sí, me refiero al título. Percibo una tendencia en nuestros medios a titular los trabajos con frases que, en esencia, no tiene nada que ver con lo que encontrarás después en el texto. Tomemos por ejemplo: “Tan cerca, pero ¿tan lejos?”, pensaría usted que el artículo habla del transporte, pero no, analiza el impacto del bloqueo en el turismo. Tenemos también “En busca de sueños… todavía”; seguro más de un lector con insomnio buscará la cura a su malestar en este texto, en cambio encontrará información sobre el II Congreso de la AHS. Son casos parecidos a ¿La vida en 3D?, aunque seré justos, el artículo tiene que ver “algo” con el 3D, pero qué pinta la palabra vida aquí, y sobre todo, dónde esta la respuesta, en el texto, a la pregunta enunciada.
Ya adentrándome en el texto. No voy a detenerme a criticar frases vacías, y hasta cierto punto ridículas, como “El espacio entre realidad y creación se reduce” (¿se pueden oponer estos conceptos?) o “La tercera dimensión (3D) llegó al mundo y ahora camina sigilosamente…” (¿Es que acaso el mundo era bidimensional?). Mis requerimientos no son a ese halo literario con el que algunos periodistas, y estudiantes de periodismo, pretenden embellecer sus escritos. En principio estoy de acuerdo con el hecho de que lo bello y lo utilitario no son rivales, se pueden escribir textos hermosos y además brindar una excelente información sobre algo, pero estos ejemplos que les he puesto realmente mueven a risa. Vaya, dije que no criticaría esto y terminé haciéndolo.
Continúo con mi letanía, los autores del artículo sufren del síndrome del “aldeano vanidoso”. El fenómeno de las salas de cine en 3D, no son un fenómeno solo de la capital y sus provincias periféricas, también en las provincias centrales han proliferados estas iniciativas recreativas, juntos con las salas de juego, y otras modalidades de entretenimiento. Una vez pasada esta declaración capitalocentrista, entonces los articulistas se dedican a brindar información sobre las experiencias de los emprendedores para el montaje de los negocios, y de los usuarios sobre el servicio pagado. De ahí saltan a postura del ICAIC (de su dirección) y de determinados funcionarios del Sistema de Cultura (Viceministro) sobre el fenómeno.
La mayoría de los reparos que los funcionarios del ICAIC y Cultura le ponen a esta modalidad de negocios es el no cumplimiento con la Política Cultural de la Revolución; tanto es así que la mención en cuestión aparece 9 veces en el texto. Sin embargo, creo que no es justo exigirle a alguien que cumpla con lo que no existe, o al menos, con lo que no está escrito. Lo digo con conocimiento de causa, me imagino que algo tan importante, de estar escrito, estaría publicado en la página del Ministerios de Cultura, pero no, no hay nada ahí al respecto. Durante mucho tiempo la sacrosanta frase de Política Cultural de la Revolución no ha encerrado más que la voluntad del funcionario de turno; y para justificar cualquier decisión (acertada o perniciosa, la historia ha dado ejemplos sobrados) se citan las palabras a los intelectuales del Comandante.
Una de las frases que más me ha llamado la atención es la de Roberto Smith “La política cultural enfrenta al mercado que exhibe películas que solo reportan intereses económicos. Este fenómeno mundial lo reproducen las salas 3D, donde mayormente se proyecta cine norteamericano, que no es malo pero aporta muy poco culturalmente.” Me parece un criterio totalizador. Sin dudas el cine del gigante del norte tiene ínfulas de industria, y en este sentido, para lucrar tiene que vender. Pero si vende, es precisamente porque realiza producciones de sobrado valor artístico y técnico. Y continua el funcionario “Si en un futuro existieran salas de proyección operadas por mecanismos no estatales que ayudaran a lograr más eficiencia, la programación aun seguiría siendo cuestión del Icaic, por la importancia de cumplir con la política cultural trazada”. ¿Si el Icaic no cuenta ahora mismo con los medios para invertir en este sentido, como reconoce en la entrevista, entonces como pretende regular-asegurar la programación de estas salas?
Lo que si me irritó mucho son los comentarios del Fernando Rojas, viceministro de Cultura. Dice este señor que “los principios de la política cultural de la Revolución Cubana que rigen las instituciones culturales son los mismos que existen para vendedores de CD-DVD, propietarios de paladares que contratan o invitan a artistas para que actúen en sus establecimientos…” ¿Pueden estar los principios de una Política Cultural gubernamental en sintonía con la piratería que practican los quemadores de CD-DVD? Además le llama la atención que, “como regla, posee un pésimo gusto una parte considerable de las personas que cuentan con bastantes recursos financieros y por ende, con los medios para las exhibiciones en 3D —con las cuales ganan más dinero—, a pesar de que no existe la figura legal que los ampare para poderlo hacer” ¿Será acaso que mientras más dinero uno gana, va perdiendo el gusto? ¿No están un poco prejuiciado estos comentarios del viceministro? La tapa al pomo la pone la declaración de que el “Ministerio de Cultura está trabajando en esas regulaciones, porque tiene el convencimiento de que cuando realicen ese ejercicio, saldrá a la luz que en esas decenas de espacios que hay en el país —mayoritariamente en la capital— se promueve mucha frivolidad, mediocridad, seudocultura y banalidad, lo que se contrapone a una política que exige que lo que prime en el consumo cultural de los cubanos sea únicamente la calidad.” Bueno, tener una regulación es necesario, pero no entiendo cual es la diferencia cuando la televisión cubana proyecta determinada película, y un particular también. Muchos de los filmes expuestos en estas salas ya han sido transmitidos en la nuestra pequeña pantalla, en esos casos ¿no representaban muestras de frivolidad, mediocridad, seudocultura y banalidad, lo que se contrapone a una política que exige que lo que prime en el consumo cultural de los cubanos?
Dejas claro uno d los principales problemas q llevan a instituciones en cuba a actos d censuras inadmisibles. El hecho d q no existan documentos q definan posturas concretas hacia el asunto cultural. Por otro lado el consumo popular muchas veces es tildado de mediocre en la isla. A mi no me parecen sino comentarios elitistas, pq queda claro q lo popular es la democratizacion d las practicas q fueron d elites en un momento anterior, d modo q desde arriba esto es visto como una vulgarizacion. El unico verdadero problema q enfrentaria la cultura cubana en este contexto es q la gente prorice practicas culturales frivolas por encima d practicas q aporten al crecimiento social. Alli es donde las instituciones deben enfocarse y ante cualquier fracaso la culpa no deberia recaer sobre el consumidor-actor social, sino sobre productor-actor social
ResponderEliminarEste problema que mencionas ya llegó, mucha gente prioriza estas prácticas. Lo que tenemos que lograr es educar a las personas, pero sin caer en la crítica acusadora a lo que la gente consume. En definitiva el límite entre estas prácticas culturales y la genuina cultura popular es muy delgado...
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