Comparto con ustedes este texto tomado de: Cine cubano, la pupila insomne. Me pareció genial, disfrútenlo.
Hasta donde sé, todavía no se ha debatido en nuestro país, con la transparencia, profundidad, y rigor que demandarían el caso, lo que viene significando entre nosotros (los cubanos de este 2014) la consolidación de un sistema informal de producción, distribución, y consumo de producciones audiovisuales.
Lo más que he alcanzado a escuchar son lamentaciones sesenteras que hablan y se quejan de la llegada de nuevos bárbaros a las puertas de esa civilización, ahora en peligro, de la cual nos sentimos herederos y representantes exclusivos y excluyentes. En todos los casos, han predominado los prejuicios antes que el estudio crítico e imparcial del fenómeno. De allí esas medidas arbitrarias que lo mismo prohíben la exhibición del 3D en el sector privado (ya que el Estado no lo puede asumir), o la satanización de todos los video-juegos, como si todos respondieran al mismo perfil de violencia que los más moralistas asumen como el mismísimo apocalipsis.
Esta colaboración que me envía el joven crítico Antonio Enrique González Rojas creo que es el primer texto que aborda sin paroxismos morales este asunto de “el paquete”, el cual ya se ha convertido en algo cotidiano en el consumo cultural del conjunto de cubanos que ahora mismo habitamos la isla.
JAGB
¡UUUUUH…AHÍ VIENE “EL PAQUETE”!
Por: Antonio Enrique González Rojas
En determinada sesión de intercambio de ideas suscitada entre algunos decisores de los medios de comunicación oficiales cubanos y un puñado de jóvenes intelectuales y artistas, sucedido durante un reciente festival de televisión de cuyo nombre no me quiero acordar, resonaron alarmas ingentes acerca de las divergencias entre el presente cosmos audiovisual que embarga al cubano del siglo XXI y en el que estaban inmersos los públicos de hace veinte o treinta años, los cuales sólo podían recepcionar la oferta generada desde la oficialidad hegemónica del ICRT y el ICAIC. Desde tales señeras plataformas (junto a los medios impresos y el Ministerio de Cultura) se intentaba e intenta (¡aún!) materializar las proyecciones gubernamentales de destilar mediante la alquimia de la educación, acorde los sueños ya añosos de Robert Owen, “el pueblo más culto del mundo”, o al menos su versión menos frenética de pertrechar a los criollos de una “cultura general e integral”.
1.
Durante tal sesión, el conflicto se determinó maniqueamente como una batalla campal entre estas instituciones, otrora todopoderosas en cuestiones de emisión, y las corrientes de consumo audiovisual que se mueven viralmente de puerto USB a puerto USB, cuya alternatividad es cada vez más dudosa; como cada vez más real se torna la de los medios convencionales y convenidos, ante la preeminencia que ganan en las preceptivas de los públicos nacionales los torrentes de series televisivas de los USA y el UK, filmes en HD y en 3D, los trailers de futuras premieres, los mal llamados “doramas” coreanos y el resto de culebrones latinoamericanos, los animados, los talk shows, los talent shows, los reality shows y demás productos (también juegos, publicaciones en PDF, programas para PC), que arriban con frecuencia máxima semanal a cada receptor cubano, en el seguro y puntual bajel digital conocido como “el paquete”. Todo un aluvión de centenares de gigabytes que sintoniza a nuestras tercermundistas audiencias con la inmediatez de la TV por cable mundial, como suerte de pay per view manigüero para quienes no podemos acceder a dicha oferta primermundista. Y así le damos un buen golpe al imperialismo, viendo sus productos sin pagarles ni derecho de autor ni de recepción, pues no son más que una bicoca los precios de estas ofertas, que oscilan normalmente entre 50.00 y 25.00 MN por todo el paquete, o existen diversas cuotas por sus variopintos segmentos, unos pesillos por cada giga, por capítulo de serie o telenovela…en fin, una oferta verdaderamente acorde con los salarios cubanos, para variar.
Ahora, quienes pulsaron el panic button por la invasión del paquete, arguyen la desjerarquización rampante acaecida en la preceptiva de los espectadores nacionales, quienes se “contaminan” con las malas ofertas foráneas que con sus cintas y lazos, escancian en la arena del olvido el amargo y edificante vino de plátano generado en los medios institucionales. Aunque vale apuntar que en más del cincuenta por ciento, la parrilla de estos está compuesta por las mismas producciones extranjeras pero con un atraso temporal olímpico. Sólo patentizar que el cubano medio y hasta el bajo, pueden seguir casi al mismo ritmo del mundo todas las propuestas seriadas, los estrenos unitarios…y hasta creaciones cubanas de otrora u otras recientes, aderezadas con el tentador estimulante de la prohibición: teleplays subiditos de tono, policiacos retenidos por misteriosas razones, audiovisuales de la PNR y el MINJUS sobre los más recientes crímenes y felonías de cuello blanco como el ya legendario defalco de 33 millones de MN por un empleado de comunales.
En fin, ¡el paquete es el horror, el apocalipsis materializado que está friendo las mentes del pueblo más culto del mundo y debería ser quemado en la hoguera por promover estereotipos y modelos de consumo completamente ajenos al proyecto social cubano y a sus mejores propuestas creativas! Esto último no es mentira, pues eterna será la contraposición del arte contra la mediocridad, lo cual determina el eterno elitismo de la primera respecto al rasero normado de la segunda, dejando el arte de serlo cuando se vulgariza, o sea, deja de ser élite…la eterna paradoja que nos deja en el punto inicial: el arte es y será elitista por siempre.
Pero lo más lindo del asunto es que en el paquete, la calidad tiene un espacio, quizás hasta menos ceñido y recóndito que la Esperanza en el cofre de Pandora, pues de esta escritura dista menos dos días el paquete que puso en mis manos la más reciente cinta de Joel & Ethan Coen: Inside Llewyn Davis (2013), ganadora del Gran Premio del Festival de Cine de Cannes, esperada por todos los cinéfilos. Los ejemplos no son pocos, incluyendo la cinta Fausto (Aleksandr Sokurov, 2011), obtenida en su correspondiente momento o las mismas excelentes series televisivas como Games of Thrones, The Walking Dead, Treme y muchas más. Y para capturar estos suculentos granitos de maíz no hay que mancharse obligatoriamente el pico en la bosta general, pues una vez más todo depende en gran medida de la lucidez y la inteligencia del usuario que desde su rasero personal, cultivado orgánicamente gracias a la legítima capacidad de escoger entre disímiles posibilidades, extrae de las decenas de carpetas las piezas de su preferencia.
2.
Otro de los imperdonables pecados del terrible señor paquete es que, como el niño que vociferó la desnudez del Emperador, delata el resquebrajamiento de la utopía educativa y cultural proyectada para el país, al exponer a descarnada luz que la “cultura general integral” del cubano consistía mayormente en beber de la única fuente gnoseológica disponible y desde estos referentes articulaban sus saberes. Ahora, no más aparecieron en lontananza los casos cerrados, los shows de Cristina y sus infinitos homólogos con diferente nombre pero misma enjundia, la masa dejó atrás la cantera y el cantero para beber hasta las heces el dulce vino forastero, guiada por un albedrío poco entrenado o sencillamente insuficiente por puro darwinismo social, siendo esta libre escogencia, en mi opinión, una de las verdaderas claves de la cultura que lleva a la libertad martiana.
El paquete y todo que lo que lleva detrás no es un peligro rampante a combatir y denigrar como un nuevo Tío Sam de estereotipada ridiculez, sino algo con lo cual la oficialidad mediática cubana tiene que convivir y de hecho, largo tiempo ha sostiene un diálogo bastante intenso. El ICRT y el ICAIC, configurados como todas las instituciones en Cuba, para la preeminencia absoluta y no la convivencia plural con centros de poder y entes paralelos no dominados por ellas, deben aceptar que ya no están solos en la galaxia Cuba, sino que deben convivir por más que les pese, con otros dioses en una suerte de transición del monoteísmo al politeísmo, pues la diversidad no es un concepto que pueda reducirse a las preferencias sexuales. El paquete también puede ser uno de sus tantos sinónimos.
Así, la derrota de este paquete que también demuestra las ya escandalosas carencias de la producción audiovisual del ICRT y el ICAIC, no es una setentera y ochentera “obra de choque” como la chernobiliana Central Electronuclear de Cienfuegos, por cumplir en saludo al XXX Aniversario de la Pirofláutica, sino que es la cara (ya no nueva) del verdadero consumo cultural del cubano, debatido ahora en apoteósico océano de sentidos y símbolos que no dejan, claro está, de pelear por el dominio de las cabezas de los espectadores promedios, desplegando todos sus potenciales para atraerlos hacia sus respectivos senos. Y en este juego de tronos, los medios oficiales cubanos y la institucionalidad cultural son dos de tantísimos contendientes y no precisamente en igualdad de condiciones. Ahora sí hay que apretárselo bien ¡y a guapear!
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