Hoy se conmemora el 760 aniversario de la muerte de Clara de Asís. Un acontecimiento que, aunque lejano en tiempo y espacio, está conectado con la ciudad donde vivo: Santa Clara. A primera vista podría resultar intrigante cómo una santa italiana presta su nombre a una villa de esta isla. Sin embargo la conexión se encuentra en que ambas, la santa y la ciudad, comparte similar momento de nacimiento (1).
Clara fue la protagonista principal de una historia que rivalizaría en dramaturgia con cualquiera de los melodramas de moda. Convertida, o convencida, por Francisco de Asís dedicó su vida a la adoración del dios cristiano y la fundación y desarrollo de la orden de las clarisas, en la cual arrastró a varios miembros femeninos de su familia. La vida, y también la muerte, de esta Santa está rodeada de mitos que refuerzan su fe, y su relación con la ideología cristiana. Llama la atención el pasaje que narra la vez en que Papa, de visita en San Damiano, le pidió a Clara la bendición de los panes, y una vez que esta lo hizo, no sin antes resistirse, sobre los alimentos apareció la señal de la cruz, bellísimamente trazada.
Santa Clara se funda el 15 de agosto de 1689, precisamente como alternativa viable para la conservación de las riquezas acumuladas, las cuales peligraban en San Juan de los Remedios. Es interesante como en un principio este asentamiento cambió de nombre varias veces, fue llamado, por ejemplo, Cayo Nuevo, Dos Cayos, Villa Nueva de Santa Clara, Pueblo Nuevo de Antón Díaz, Villa Clara y finalmente Santa Clara. Desde sus inicios esta ciudad ha sido un predio singular; por solo citar un ejemplo, que hoy sin dudas causaría risas suspicaces, el 8 de octubre de 1762, a consecuencia de la toma de La Habana por los ingleses y en total coherencia con la demostrada actitud de resistencia a los extranjeros, el Ayuntamiento de Santa Clara le declaró la guerra a Inglaterra.
La principal virtud de Clara de Asís fue su voto de pobreza, tanto así que la condición requerida para admitir una postulante en San Damián, donde radicaba la orden de las clarisas, era la misma que pedía Francisco en la Porciúncula: repartir entre los pobres todos los bienes. Reducidas sus comodidades al punto de dormir sobre jergones de paja; alimentarse solamente, en determinados momentos del año, tres veces a la semana, con pan y agua. Tan fuerte fueron sus votos, que aun cuando el Papa Gregorio IX quiso premiar con algunos bienes su convento, esta los rechazó rotundamente.
Por su posición en la isla, se convirtió muy rápido en el lugar ideal para que los viajeros que iban de un extremo a otro de la isla, tomaran un descanso, o simplemente intercambiaran mercancías. No nos debería extrañar entonces que, a pesar de no estar entre las primeras villas fundadas, muy pronto sobrepasara económica y socialmente a todas sus vecinas del centro, lo que le permitió convertirse en capital de la provincia de Las Villas. Hoy esta ciudad cuenta con varias industrias de relevancia nacional, una de las tres universidades más importante del país, varias instituciones culturales responsables de un envidiable desarrollo en materia de cultura, entre otras tantas cosas. Aunque no nací en esta ciudad, ella me ha cobijado la mayor parte de mi vida, la quiero más que otra cualquier ciudad de Cuba, soy por tanto una santaclarareño empedernido.
(1) No uso la palabra fecha pues hay un desfase entre el día de nacimiento de la Clara de Asís (16 de julio) y la fundación de Santa Clara (15 de julio); también entre la fecha de su fallecimiento (11 de agosto) y el día dedicado a ella (12 de agosto) en el calendario cristiano. No conozco la razón de estas alteraciones, solo se me ocurre que pudieron introducirse producto de la adopción del calendario gregoriano en 1582.
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