Cuando parecía que este blog se alejaba de su cometido inicial, dejar constancia de las cosas que me ocurrieran “de chiripa”, hoy, 21 de agosto, tengo un nuevo tema sobre el que escribir. Hace más de un año que tenía en mi librero una interesante novela esperando ser consumida. Este fue un libro que busqué esmeradamente para comprarlo, y a pesar de haber sido publicado en Cuba, nunca lo he visto en alguna de las librerías de mi provincia. Un amigo me contó que en una ocasión enviaron 50 ejemplares a la provincia, y en una selecta presentación en la UNEAC, los invitados, también selectos, compraron todos los libros disponibles. No es uno de esos libros raros, desconocidos por inmencionables, todo lo contrario; su publicación se reseñó en nuestras revistas culturales, se entrevistó varias veces al autor, y aun así, aun hay gente buscando el libro. A mi librero llegó atravesando el Atlántico, cuando una amistad en España se lo envió a mi novia para regalármelo. A pesar del deseo de leerlo, cuando por fin lo tuve en mis manos, pospuse la lectura (no tengo claro por qué) hasta que hace un mes comencé finalmente a devorarlo. Recién terminado, El hombre que amaba lo perros, de Leonardo Padura, se me antoja un libro imprescindible. La chiripa que provoca este post, aunque no es el tema central del mismo, radica en que, hoy, el mismo día en que termino la lectura del libro, pero hace 73 años, muere Troski tras el atentando que le realizó Ramón Mercader.
La novela de Padura no es una biografía de Troski, o Mercader; el propio autor lo deja claro cuando, refiriéndose al texto, expresa: “recuérdese que se trata de una novela, a pesar de la agobiante presencia de la Historia en cada una de sus páginas”. Los personajes de la novela son simples marionetas guiados por la pluma de Padura (¿acaso sería mejor decir: del teclado?) para reflexionar sobre “la perversión de la gran utopía del siglo XX”. El texto está compuesto por tres líneas narrativas, la de Troski, la de Mercader y la de Iván (cubano); personajes principales de la novela. Los tres tienen en común la frustración producida por su condición de víctima; Troski de Mercader, este de la Historia (o de las acciones esquizofrénicas de Stalin), e Iván de… no queda claro de manera explícita. La condición compartida por los personajes de la novela es explicada por Padura en una entrevista publicada en Revolución y Cultura: “Creo que el más grave problema de la utopía socialista en el siglo XX fue que se pervirtió el arbitrio individual de la persona y se puso en función de un proyecto colectivo dictado, concebido y ejecutado por personas que fueron asumiendo desde posiciones de poder las posturas que le concernían a una clase obrera, un partido y la vanguardia hasta convertirse en un poder unipersonal” Podemos inferir entonces que todos estos atormentados tienen un mismo victimario, Stalin; incluso el cubano, no como víctima directa del georgiano, pero sí de sus doctrinas tropicalizadas.
Rafael Acosta de Arriba dice, en La Gaceta de Cuba, que “uno de los problemas interpretativos a los que se enfrentan los críticos (yo diría que cualquier lector) sea el de dilucidar si eligen una lectura política del libro o si atienden a sus valores y cualidades literarias”, proponiendo, inmediatamente después, la solución al supuesto conflicto, tomar igual distancia entre ambos extremos. Yo creo que un libro como este siempre se debe leer políticamente, pues el valor político aquí opaca el valor literario, que por cierto, no es poco. Aunque Padura narra una historia en particular, la escenografía escogida para ambientar la novela (recreación de hechos reales) nos muestra una sociedad, y práctica política, enferma y decadente, en buena medida repulsiva. La novela es un rayo de luz que, atravesando la cortina de humo levantada durante mucho tiempo sobre personajes y cuestiones espinosas de la URSS, nos muestra que si bien toda obra humana es perfectible, también es corruptible.
De los tres personajes dos son tomados de la realidad y un tercero el reflejo de una generación, en palabras de Padura: “En el caso de Iván, necesitaba que fuera un personaje de larga presencia en la vida cubana, de la cual no fuera solo testigo, sino también víctima y medida”. La novela no tiene como única finalidad el entretenimiento, tampoco pretende quedarse en un nivel informativo, el texto es una incitación eficaz a profundizar en la historia de la antigua Unión Soviética, los derroteros que esta siguió, y la innegable influencia sobre nuestro país y sus habitantes. El autor de esta novela ha probado en carne propia esta influencia, como relata en la entrevista realizada por Harold para la JovenCuba, un así no es de los que renuncia la utopía: “Las victorias no nos enseñan nada. Se celebran, se festejan, se construyen arcos de triunfo, se erigen estatuas, se convocan juegos florales. El Gran Aprendizaje viene de las derrotas, que nos enseñan a intentar no cometer los mismos errores. A pesar de que los seguimos cometiendo.”
PD: Las citas son tomadas de:
• El hombre que amaba los perros. Edición española. 2009.
• El asesinato de Troski contado (años después) por Leonardo Padura. Entrevista de Carlos Velazco Fernández. Revolución y Cultura. No. 1. 2010. P. 12.
• De la perversión de una utopía o de la cacería de un hombre. La Gaceta de Cuba. No. 5. 2010. P. 54
• Entrevista a Leonardo Padura III: tras la huella del estalinismo en Cuba. Entrevista de Harold Cárdenas Ledesma. Blog: JovenCuba. 2012.
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