miércoles, 24 de julio de 2013

La Habana y las habanas

Hace muy poco llegué después de pasar una semana en la Habana. Casi todas las vacaciones paso algunos días en la urbe desandando ferias, pabellones, librerías, tiendas, museos, casas (1). Cada año el recorrido es diferente, aunque siempre hay lugares que se repiten.
Entre tantas cosas vistas, y por ver, hay una que siempre me llama la atención, y es que la Habana contiene muchas habanas. En este post les hablaré sobre tres habanas gravitacionales; la habana turística, la profunda y la histórica, no las únicas, pero sí a las que tengo acceso de visita en visita. Ninguna de las habana es habitada por los mismos personajes, y aunque paseantes, hombres nuevos y fantasmas se rozan, son entes que demuestran a diario la veracidad de aquella frase popular que reza: “juntos…. pero no revueltos”. (2)


La que todos reconocen es la habana turística, los que han visitado la Habana y los que no; es la habana que se desprende de la Habana en vallas, postales y fotografías (3). La atemporalidad que transpira posibilita que el maquillaje arquitectónico oculte el desgaste de las almas. Procuradora de goces –a diferentes costes- se ajusta al espacio rediseñado para las pupilas consumistas de los paseantes. Estos últimos son los dueños de esa habana, no olviden nunca que “el paseante siempre tiene la razón”.
La habana profunda es habitada por el hombre nuevo que espera mirando al horizonte. Compuesta por una masa que fallece tras la novela de turno y resucita con la aurora, esta es la habana que sostiene sobre su espalda las demás habanas. El hombre nuevo no es homogéneo, tiene muchos rostros y cualidades; es un militante apolítico, posee una cultura iletrada, practica una sexualidad multigenérica, etc. Esta habana es (para resumir) la encarnación de la respuesta a la pregunta de Silvio “¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?”
Existe además una habana histórica (o histérica), que palpita en cada calle, edificio, esquina y rincón. Es una habana que se puede ver fundamentalmente a través de los lentes de la literatura y la historia, no se vende, tampoco se regala. Habitada por susurrantes fantasmas provistos con los vestigios del pasado; esta es una habana borrosa y sin contornos. Estos fantasmas, tatuados con las maneras de Joseph Sieyès, conforman la parte menos dulce del cake de la denominada “ciudad letrada” (5). Acreedora del pecado original (4), aun después de 48 años, esta es una habana con discurso pero sin tribuna.
Todas las habanas confluyen y se bifurcan en un mismo punto, en la Habana. Cual fractales, cada habana es una minúscula e irrepetible maqueta del todo. El visitante curioso y atento puede dialogar con los personajes que desandan la ciudad; pero si se queda detenido mucho tiempo entonces corre el riego ser engullido por alguna habana, no la que él quiera sino la que la Habana decida.

(1) A veces me da la impresión de que en la Habana hay una casa para cada cosa. He estado en la casa del tabaco, del abanico, del chocolate, del perfume, del ALBA, entre tantas otras.
(2) En la Habana habitan otros personajes, empoderados en otras habanas, pero no me interesa hablar de ellos en este post.
 (3) Contrario a lo que pueda sospechar, esta habana es inclusiva. En ella el negro, el mestizo, el nacional comparten espacio con el blanco y el extranjero; los primeros sirven a los segundos, que los consumen.
(4) Recordemos esa frase del Che en El socialismo y el hombre en Cuba: “la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios”
(5) Para Ángel Rama la ciudad letrada está integrada por “Una pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales, escritores y múltiples servidores intelectuales todos esos que manejaban la pluma (…) estrechamente asociados a las funciones del poder”. Me gusta imaginar dicha ciudad como un cake compuesto por diferentes capas, elaboradas con la única finalidad de ser consumidas, todas además en función de brindar consistencia a un merengue (otra capa de diferente material) que no permite a ver quiénes en realidad sostienen a este último.

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