En noviembre del pasado año comenzó, para aquellas personas que se desempeñan como diseñadores, el proceso de inscripción en el Registro de Diseñadores de la Oficina Nacional de Diseño (ONDI). La importante medida persigue entre sus objetivos “crear un registro de diseñadores en el país a partir de la importancia creciente que esta actividad ha alcanzado, como instrumento de control de aquellas personas naturales que están autoriza¬das para realizar la misma”. La intención es buena, pero un análisis detallado de la RESOLUCIÓN No. 202/2013, Reglamento que norma el proceso, hace saltar algunas alarmas que me gustaría compartir con ustedes.
Nuestro país tiene una amplia y sólida tradición en el diseño, fundamentalmente el comunicacional. Ahora me viene a la mente nombres como Massager, Blanco, Rostgaard, Bach, Frémez, entre tantos otros. Con el triunfo de la Revolución se crearon las bases para explotar creativamente el diseño, pues las profundas transformaciones que tuvieron lugar en la sociedad necesitaban ser comunicadas de maneras también innovadoras. Después vendría, con la necesaria profesionalización de la actividad, el Instituto Superior de Diseño (ISDI), que cuenta hoy con más de 15 graduaciones de diseñadores industriales, y de comunicación visual. Por otra parte un grupo no despreciable de profesionales afines, o no, al diseño se han reorientado hacia esta actividad, muchos de ellos nucleados en torno a la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales (ACCS); y hay que decirlo, con resultados dignos de alabar.
Aun así son muchas las personas que se (des)empeñan como diseñadores industriales o comunicacionales, y al no contar con las habilidades mínimas, crean más problemas de los que pueden resolver. El resultado está por doquier: productos con diseños poco funcionales o que agreden la vista, embases con errores ortográficos o poco atractivos, carteles que nadie sabe que pretenden comunicar, vallas políticas que dan ganas mirar para el lado contrario, spots televisivos que solo producen rechazo, etc. Encontrarle una solución a este problema es tan apremiante que Adel Yzquierdo Rodríguez, Ministro de Economía y Planificación, firmó la comentada resolución; y hasta se le dedicó una Mesa Redonda al tema.
No voy a negar que la organización de la actividad del diseño en Cuba es una tarea loable, que una vez que se acometa, si se hace bien, solo traerá resultados también loables. Lo que sucede es que los cubanos casi siempre o no llegamos, o nos pasamos; y esta vez hicimos lo segundo. Mientras que los egresados del ISDI ingresan automáticamente al Registro de Diseñadores, amparados en su título, para el resto la RESOLUCIÓN No. 202/2013 plantea en su Artículo 3 que “por única vez, podrán inscribirse en el Registro aquellas personas naturales profesionales que no sean graduadas de Carreras de Diseño y las no profesionales vinculadas al diseño” O sea, si después de cerrada la convocatoria apareciera alguien con las habilidades de un Massager, un Blanco, un Rostgaard, un Bach, o un Frémez; pero no graduado del ISDI, no podrá ingresar al Registro.
El documento de la ONDI establece que la “inscripción en el Registro determina la aptitud para ejercer la profesión o desempeñar un cargo que requiera ser graduado o tener conocimientos y ex¬periencia de esta especialidad.” Es decir, solo pueden diseñar en Cuba los egresados del ISDI, y los pocos afortunados que lograron viajar hasta La Habana en la fecha señalada, entregaron una muestra de sus trabajos anteriores, y la comisión creada determinó que efectivamente tienen la “aptitud” necesaria. La RESOLUCIÓN no explica qué puede pasarle a aquellos que, sin estar inscritos, se desempeñen como diseñadores, pero me imagino que nada grato les depare el futuro. Ya saben que cuando el rio suena, es porque piedras trae.
La mayor dificultad la tendrán que enfrentar aquellos que deseen contratar un diseñador para un trabajo específico y no conozca a uno de los afortunados “inscrito”. Solo para que pulsemos la magnitud del problema basta con recordar que las limitadas graduaciones del ISDI no pueden, ni por mucho, responder a la creciente demanda de diseñadores. La cosa se agrava cuando tenemos en cuenta que muchos diseñadores egresados del interior del país cambian sus direcciones para la Habana, donde pueden insertarse en un complejo mercado laboral informal donde gana como freelance mucho más que en una plaza de diseñador de un centro estatal; o en el peor de los casos abandonan rápidamente el país para explotar los conocimientos adquiridos.
No puedo dejar de pensar que esta resolución, como muchas otras que conozco, fue escrita sin analizar la situación real del contexto de aplicación, o sea los diseñadores y el diseño en nuestro país. Para cerrar este comentario; soy de la opinión de que los funcionarios de la ONDI acaban de secuestrar legalmente, para los egresados del ISDI, la demanda nacional de diseño industrial y comunicacional, y ni siquiera pueden responder a ella.
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